En el principio, creó Dios los cielos y la tierra. La historia es conocida.
Dios creó la Tierra , pero no la creó de un tirón: la creó por partes.
Primero la tierra, sola y a oscuras.
Después le agregó luz.
Después separó las aguas de lo seco.
Después hizo brotar las plantas y los árboles.
Después de eso, recién después, creó el sol y la luna, que son como lámparas grandes que flotan alrededor de la Tierra , y creó las estrellas. No entiendo cómo había luz el primer día si aún no habían sido creados estos elementos; pero no importa, sigamos.
Después creó los peces y las aves. Y los bendijo. Sed fecundos y multiplicaos, les dijo, y henchid las aguas en los mares —cómo me gusta decir henchid—; y multiplíquense las aves sobre la tierra.
A garchar que comienza el mundo.
Después creó los animales terrestres.
Y recién después de eso, creó al hombre.
Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza, dijo Dios. No sabemos bien a quién se lo dijo. Pero en esta primera parte, Dios habla mucho con ese Otro, el co-creador.
Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en sus narices aliento de vida.
Un hombre. Uno solo. Y lo puso en el jardín de Edén.
Este jardín estaba lleno de toda suerte de árboles gratos a la vista y buenos para comer. Además del árbol de la vida, y del árbol del conocimiento del bien y del mal.
De todo árbol del jardín podrás libremente comer, le dijo Dios al hombre (que hasta dentro de un capítulo, no comienza a llamarse Adán —o Adam, según la versión—), mas del árbol del conocimiento del bien y del mal, no comerás; porque en el día que comieres de él, de seguro morirás.
Respecto a esto último, mi viejo siempre contaba un chiste pelotudo. Decía que Adán se apellidaba Pérez, porque Dios le había dicho: «Si comes de ese árbol, Pérez serás».
Después, Dios le fue trayendo los animales a Adán, uno por uno, para que este les pusiera nombres. (1)
—A ver, Adán… ¿Este cómo se llama?
—Eeeh… Vaca.
—¿Y este?
—Eemmmhh… Perro.
—¿Y este?
—¿Quedan muchos, viejo? ¿No podemos hacer otra cosa?
Una vez que Adán le hubo puesto nombre a tooodos los animales del mundo, Dios dijo: No es bueno que el hombre esté solo; le haré una ayuda idónea para él. Durmió a Adán y le sacó una costilla. De esa costilla, hizo una mujer. Y le trajo esa mujer a Adán, como antes le había traído a los animales.
Esta vez, hueso es de mis huesos y carne de mi carne, dijo Adán. Esta será llamada Hembra, porque del hombre fue ella tomada.
Después Dios se fue. A hacer sus cosas, con el Otro, el co-creador.
Y en un momento en que la Hembra —que no se llama Eva hasta dentro de diecinueve versículos— estaba sola, la encaró la serpiente, que era ladina.
—Che —le dijo—, ¿así que el viejo no les deja comer de ningún árbol?
—No —dijo ella—, sí que nos deja. Podemos comer de todos los árboles menos de uno que está en el medio del jardín; porque Dios dice que si comemos de ese, nos vamos a cagar muriendo.
La serpiente se rió.
—¿Eso les dijo? Los está verseando, boluda… No se van a morir un carajo. Lo que pasa es que el viejo hijo de puta sabe que si comen de ese árbol, vuestros ojos serán abiertos, y seréis como Dios, conocedores del bien y del mal.
Todos sabemos lo que sucedió entonces. La Hembra comió del árbol prohibido, y dio de comer también a su marido. Y ambos se hicieron conocedores del bien y del mal. De lo primero que se dieron cuenta, fue de que estaban en bolas. (2) Y como estar en bolas es malo, ahí nomás cosieron unas hojas de higuera y se hicieron calzones.
Después escucharon la voz de Dios, que se paseaba en el jardín al fresco del día —y que venía hablando con el Otro, claro—, y corrieron a esconderse entre los árboles.
Dios llamó a Adán.
—¿Dónde estás?
—Acá… —dijo Adán—. No, lo que pasa es que escuché que venías y me agarró cagazo, porque estaba en pelotas…
—¿Quién te dijo que estabas en pelotas? Vos no habrás comido del árbol del cual te mandé que no comieses…
—La mujer que pusiste aquí conmigo me dio del árbol, y comí.
La manda al frente sin dudarlo. Háganselo a Julia, como en 1984.
—¿Qué es esto que has hecho? —le preguntó, entonces, Dios a la Hembra.
—La serpiente me engañó, y comí —respondió ella.
Dios los castiga por orden de culpabilidad.
Primero, a la serpiente.
—Por cuanto has hecho esto, maldita seas más que toda bestia, y más que todo animal del campo; sobre tu vientre andarás, y polvo comerás todos los días de tu vida.
De lo cual podemos deducir que, antes, la serpiente tenía patitas. O flotaba.
Segundo, a la mujer. La célebre maldición:
—Haré que sean muchos los trabajos de tus preñeces; con dolor parirás a tus hijos; y a tu marido estará sujeta tu voluntad, y él será tu señor.
Me gustaría saber qué opina de esto último Gabriela, de Por H o por B, amiga de la casa, que en su blog ha hecho recientemente unos análisis de cuentos tradicionales infantiles y del papel que desempeña la mujer en los mismos.
Y por último, Dios castiga al hombre.
—Por cuanto escuchaste la voz de tu mujer, y comiste del árbol del que te mandé, diciendo, no comerás de él, maldita sea la tierra por tu causa; con trabajo comerás de ella todos los días de tu vida, y te producirá espinos y abrojos, y comerás de las plantas del campo. Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra de donde fuiste tomado; porque polvo eres, y al polvo tornarás.
A este tipo —y a esta mina— le debemos nuestra jornada de —con suerte— ocho o nueve horas diarias de trabajo. Porque antes de la cagada que se mandó, bastaba con estirar la mano para alimentarse.
Y ahora viene una parte muy importante, de la que habla Bakunin en Dios y el Estado.
He aquí que el hombre ha venido a ser como uno de nosotros, le dice Dios al co-creador, conociendo el bien y el mal; ahora pues, no sea que extienda la mano y tome también del árbol de la vida, y coma y viva para siempre.
Dios no quiere que el hombre se convierta en su par, quiere mantenerlo subyugado. Por eso, lo expulsa del jardín de Edén, y, para guardar su entrada y evitar que el hombre acceda al árbol de la vida, coloca unos querubines y una espada de fuego que daba vueltas por todos lados, vigilando. (3)
Una espada de fuego sola. Sin mano que la empuñe.
Re de fantasía heroica.
Re de fantasía heroica.
(1) Génesis 2:19
(2) Génesis 3:7
(3) Génesis 3:24