viernes, 27 de mayo de 2011

MI UNICORNIO AZUL SE ME HA PERDIDO AYER

   Si alguien lo ve por ahí, no me lo traigan de vuelta.
   En realidad, lo solté porque me daba miedo.
   Unicornio azul.
   Birome.
   Año 2000. 
   Ojo: nuevo post abajo.

CRISTO, CÓMO TE ORTIBABAS

   El Cristo sólo hacía milagros para la gente que, a priori, creía en él.
   Cuando alguien le pedía:
   —Rabbí, dame una prueba para que crea en ti.
   Él respondía:
   —¡¿Una prueba me pides?! ¡Minga que te la daré, hombre necio de poca fe!
   Después no me vengan a decir que no es cierto eso de:
   Dios da pan a quien no tiene dientes.
   Amén.

miércoles, 25 de mayo de 2011

¿EH?

 ¿Se les pasó el post de mi bisabuelo resucitado en Cuba o nadie consideró que mereciera un miserable comentario?
   ¿O le tienen miedo a Fidel?
   ¿Eh?
  Creo que quedó escondido debajo del de los tres individuos en un McDonald's.
    Ahora está debajo de la última entrega de la Historia de mi Pene.

HISTORIA DE MI PENE (Parte 8)

   A los veinte años, decidí hacerme cargo del asunto. No es que hubiese dejado de sentir miedo, sino que la frustración comenzó a pesar cada vez más en el otro plato de la balanza. Otra vez dos fuerzas antagónicas, como en el consultorio del Doctor Ropero diez años antes.
  Aunque sea difícil de creer, desde aquel episodio no había vuelto a intentar tirar el prepucio hacia atrás. De modo que desconocía cuál era exactamente el estado actual de la situación. A simple vista, me daba cuenta de que estando el pene erecto era imposible retirar el prepucio. Pero no sabía si podría hacerlo estando el pene flácido. Así que el primer paso fue probar esto último.
   Me senté en el inodoro por si me bajaba la presión, que de hecho fue lo que sucedió. Sólo pude liberar la mitad del glande.
  No sé si me daba más miedo la intervención quirúrgica o hablar del tema con alguien. En mi desesperación, para intentar evitar ambas cosas, se me ocurrió una idea.
   Película pornográfica. Cuando la tengo blanda, tiro el prepucio hasta la mitad. Miro las imágenes, me pongo al palo. El glande, creciendo, fuerza y estira el prepucio.
    Sí, eso dolió.
     No iba a poder solucionar el problema de ese modo.

MI BISABUELO, RESUCITADO EN CUBA

Yo quería mucho a mi bisabuela. Como fue una mujer longeva y había tenido de muy joven a mi abuela, tuve la suerte de poder compartir lindos momentos con ella desde mi infancia hasta los veinte años.

Mi bisabuela vivía sola en su departamentito. Un día se cayó al piso y no se pudo levantar. Estuvo ahí tirada durante veinticuatro horas hasta que alguien se dio cuenta, creo que el portero del edificio. A partir de ese suceso, ella decidió vender el departamento y pagarse un geriátrico con ese dinero.

A mi bisabuela le había empezado a fallar la cabeza poco antes de internarse. En el geriátrico se le terminó de arruinar. Tal vez su senilidad siguió su curso natural, pero yo creo que ayudó el encierro y el estar en contacto con viejos que estaban peor que ella.

Antes de internarse, había comenzado a hablar con la gente de la televisión. «No se vaya que enseguida volvemos», decía un señor en la pantalla. «Por supuesto, querido. Me quedo acá sentada, quedate tranquilo. Muy amable», contestaba ella. Si mi hermana o yo estábamos con ella en el living, nos hacía saludar a la gente del otro lado del vidrio y nos presentaba. «Estos son mis bisnietos, de los que siempre le hablo tanto, señorita. ¿Vieron qué elegante es esta chica? Bueno, ahora la vamos a dejar hablar que nos tiene que explicar algo.»

Al principio era solo esto. El resto del tiempo, se podía tener con ella una conversación normal. En el geriátrico empezó con lo de mi bisabuelo.

Mi bisabuelo, Esteban, falleció bastante tiempo antes de que yo naciera. En eso, estamos todos de acuerdo.

En una de mis visitas al geriátrico, encontré a mi bisabuela con cara de mal humor.

—¿Cómo estás, abuela? —le pregunté.

—Mal, Guillermito, mal. Me pasó algo muy feo.

Entonces me contó. El día anterior la había visitado mi bisabuelo. Esto no es una historia de fantasmas: mi bisabuelo estaba vivito y coleando, porque lo habían resucitado en Cuba.

—Viste los adelantos tecnológicos en medicina que tienen allá… —me dijo mi bisabuela—. Se llevaron el cuerpo de acá para experimentar, ilegalmente por supuesto, y lo resucitaron. Y no es el único. Ya lo han hecho con gente de todo el mundo. Pero a cambio, te obligan a quedarte a vivir allá y a casarte con alguien de la isla. Así que ahora Esteban es cubano y está casado con una cubana.

—Ajá… —dije, y meneé la cabeza.

—«Bueno, te felicito, Esteban», le dije. «¿Y para qué volviste? ¿Qué querés de mí?» Y el desgraciado me dijo que venía a buscar la parte que le correspondía del departamento…

—Ajá…

—«¡De ninguna manera!», le dije yo. «¡Para la ley argentina estás bien muerto! ¡Así que volvete a Cuba y que te mantenga la puta esa con la que te casaste!»

Dicen que en la Argentina votan hasta los muertos.

En Cuba no se detendrán hasta que todos los muertos del mundo sean comunistas.

sábado, 21 de mayo de 2011

TRES INDIVIDUOS EN UN MCDONALD'S

   A Brian no se lo ve, pero está en el pelotero, intentando meterle una pelota en la boca a otro niño.
   A la señorita, la situación le causa gracia.
   Al anciano, le molesta.
   Tres individuos en un McDonald´s
   Birome.
   Año 2004.

miércoles, 18 de mayo de 2011

HISTORIA DE MI PENE (Parte 7)

   Pasó el tiempo. No me volvieron a mandar a lo del Doctor Ropero. Tampoco me volví a tirar el prepucio hacia atrás. Por ende, no lavaba bien el glande.
   A los quince años, como pronosticara el médico, tuve una infección urinaria. No le dije nada a nadie. Esperé que se fuera sola. Me salía pus y me ardía al orinar. Meaba una sola vez por día para sufrir menos. «Sufrir menos» es un decir, porque con tanta orina acumulada, sufría todo junto lo que me había ahorrado durante el día. Y aguantarme las ganas todo el tiempo tampoco era placentero. Después de semanas, un mes, no recuerdo, la infección pasó.
   Como dije al principio, por naturaleza era retraído. Y tenía dificultades para relacionarme con los demás, sobre todo con las chicas. Ese maldito Saturno en casa tres. Con el tiempo, me fui haciendo un poco más sociable. Y con algunas chicas que me gustaban, hoy día me doy cuenta de que había algo recíproco. Pero nunca me animaba a avanzar. No pasaba de regalar dibujos bonitos, pobre chico timorato. Sumado a mi timidez, estaba el tema de la fimosis. Cada vez que interactuaba con una chica y mi baja autoestima me permitía, al menos, sospechar que podía haber algo de onda, me abrumaba el tema no resuelto de mi pene. Si pasaba algo, tarde o temprano llegaría el sexo y el momento de enfrentarme a mi terror.
   A esa altura del partido, debido al crecimiento y al hecho de no haberlo tirado nunca más hacia atrás, el prepucio había vuelto a estrecharse. Se había «acostumbrado» a estar en esa posición. Ahora, la única solución posible era la intervención quirúrgica. Era tanto mi miedo que creía que nunca en mi vida tendría relaciones sexuales. Por suerte, con cuidado, podía masturbarme.
   He sabido de hombres que, por miedo a la operación, se bancaban tener relaciones con dolor.
   ¿Se imaginan? Gente más trastornada que yo.
   Si ese fuera mi caso, este blog se llamaría 
    CARNE CON ALAMBRE DE PÚAS.

viernes, 13 de mayo de 2011

FIDO

    Fido. Primo hermano de Cerbero.
  Fido es guardián de una ignota entrada —o salida, según cómo lo veamos— trasera del Infierno.
   Si la gran puerta principal que vigila Cerbero es la boca del Hades, el pequeño túnel que cuida Fido vendría a ser el recto.
   Nadie jamás traspasó esa puerta. No porque Fido sea mejor guardián que Cerbero —es más bien un perro estúpido—, sino porque nadie se enteró jamás de su existencia.
   Una salida de emergencias, supongo, para casos de incendio.
   Por eso Fido, pobre perro sordo e idiota, nunca pasó a la historia.
   Sólo era un vano gasto extra de Dog Chow para el Infierno.
   Lápiz H.
   Año 2001.
  De este dibujo no conservo el original. Se lo regalé a alguien que siempre admiré mucho.

miércoles, 11 de mayo de 2011

HISTORIA DE MI PENE (Parte 6)

   Consultorio del Doctor Ropero. Revisación médica de rutina. Ahí estoy yo, disimulando el pánico. Habiendo ocultado mi secreto durante meses; pero sabiendo que, a pesar de que no es el tema de la consulta, el Doctor Ropero va a querer ver mi «pistola».
   Abrí la boca. Sacá la lengua. Sacate la remera. Estás flaco. Sentate acá. Respirá profundo. Ahora por la boca. Decí treinta y tres. Tosé. Sacate las zapatillas y el pantalón. ¿Hongos? No. Parate en la balanza. Estás pesando muy poco. ¿A ver cuánto medís? Tendrías que estar pesando, por lo menos, cinco o siete kilos más. ¿Vas bien de cuerpo? Tenés que hacer algún deporte. Bueno, listo.

   ¿A ver la pistola?

   Cámara lenta. Me bajo el calzoncillo.

   Tirala para atrás.

  Dos fuerzas antagónicas. El miedo a tirar de mi pito hacia atrás. La figura imponente del Doctor Ropero. Yo pequeño. Entre el foso y los lobos.
   Acato la orden.
   Un leve tirón. Casi no duele.
   Sin embargo, una sensación de horror.

   Bien, pero hay que lavarse mejor la pistola. Eso blanco que se te junta ahí, esa ricota, puede hacer que se te infecte. ¿Entendés?
   Asentí.
   Listo, podés vestirte.
  Me agacho para levantar mi pantalón. Cuando me incorporo, todo se oscurece.
   ¿Te sentís bien? Estás pálido.
   …
   Sentate en el piso. Recogé las piernas. La cabeza entre las rodillas. Yo te voy a empujar la cabeza para abajo, vos empujá para arriba.
   Vomito.
  Tranquilo, después la chica lo limpia. Tenés que alimentarte mejor y hacer algún deporte, flaquito.

viernes, 6 de mayo de 2011

PECECITO

   La pecera te la venden. El pececito te lo regalan.
   El trato me parece justo.
   Birome.
   Año 2000.

LA MARSOPA

   Era éste un niño muy destructivo, de esos que disfrutan martirizando insectos y asesinando pajaritos.
    Jugando al gallito ciego había arrancado los ojos a todo un gallinero.
    Jugando al quemado había incinerado a un compañerito de escuela.
   Jugando a la casita robada había tomado de rehenes a una familia de vecinos, con los cuales, más tarde, jugó al ahorcado… y todos perdieron.
  Era un niño tan dañino que se le había metido en la cabeza la idea de matarle un camello a los Reyes Magos.
   Diluyó raticida en el jarrito con agua que su hermana había preparado para los tres animales y esperó. Toda la noche. Con los ojos abiertos como platos. Excitado. Tenso. Sudoroso.
   Cuál sería su decepción por la mañana al descubrir, desplomado sobre la alfombra del living, el cadáver de una marsopa.

miércoles, 4 de mayo de 2011

HISTORIA DE MI PENE (Parte 5)

   Llegamos a casa con mi padrastro. Nos recibió mi madre, con cara de preocupación.
   —¡Guillermito, tesoro! ¡¿Cómo estás?!
   Me tocó la cara.
   —Bien…
   Se dirigió a mi padrastro.
   —¡¿Salió todo bien?!
  —¡Lo más bien! —dijo él, animadamente, como era su costumbre—. ¡Fue una tontería! —Me palmeó la espalda—. ¡Ya está todo arreglado!
   —¿Y ahora se tiene que curar la herida? —preguntó mi madre.
  —No —respondió mi padrastro—. Solamente se tiene que lavar bien cuando se ducha. —Me volvió a palmear—. Te acordás lo que dijo Medina, ¿no? Te tirás el pito para atrás y lo lavás bien.
   Asentí.
  Esa noche me duché. El agua en el pito me ardía. Lo tomé entre los dedos. Lo miré. No me animé a tirarlo para atrás. Tenía mucho miedo.
  —¡Raúl, fijate si Guille está pudiendo lavarse bien! —escuché que decía mi madre.
   Me puse tenso.
   La puerta se entreabrió.
   —¿Todo bien? —preguntó Raúl sin asomarse siquiera.
   —Todo bien —respondí.
   Se fue y suspiré aliviado.
   —Todo en orden, Susana.
   —¡Ay, que bueno! ¡Qué suerte que todo esté solucionado!
   Al día siguiente tampoco me animé. Ni al otro. Ni al otro…
  El fin de semana, papá también me preguntó por el asunto. Como no pidió mirar, lo pude engañar con tanta facilidad como a los demás.
  Había decidido no intentar tirar el prepucio hacia atrás nunca más, y guardar el tema en secreto por el resto de mi vida.
   ¿Lo lograría?
   Lo veremos en el próximo capítulo…