Jorge D era compañero mío en la primaria. Era un muchacho pobre y era segregado por sus compañeros por esta razón.
Cuando Jorge D lograba ser invitado a un cumpleaños, se guardaba sándwiches de miga y chizitos en los bolsillos.
La madre de Jorge D era umbandista, y Jorge D decía que él sabía hacer brujería.
Un lunes contó que el sábado había hecho que la bandera de la escuela se transformara en la de los Estado Unidos. La bandera norteamericana había estado guardada en el cajón de secretaría durante todo el fin de semana. Y el lunes, a primera hora, Jorge D había deshecho el hechizo para que volviera a ser nuestra bien amada enseña nacional.
Nadie abrió ese cajón durante el fin de semana. No hay pruebas de que esto haya sido cierto ni de lo contrario.
Florencia T era una de las compañeras que más segregaba a Jorge D. Un día, el padre de Florencia T falleció. Al tiempo, Jorge D proclamó que él había matado al hombre con un conjuro. Florencia T lloraba desconsolada. Jorge D tuvo que ir a dirección. No por el homicidio del padre de Florencia T, claro. En ese caso, supongo que el castigo hubiese sido más severo.
En las autopsias no se detectan los conjuros. Cualquier brujo lo sabe. No hay pruebas de que Jorge D haya asesinado al padre de Florencia T ni de lo contrario.
Jorge D decía que si gritabas «Yacaré Huatí» en un bosque de pinos, un enano deforme aparecía e intentaba matarte.
Luego adaptó la leyenda y dijo que también sucedería lo mismo si uno llamaba al enano en cualquier calle en la que hubiese pinos, o al menos uno.
Luego la adaptó por tercera vez y la maldición funcionaba también en el baño de la escuela. En el baño de mi escuela no había ningún pino. Tal vez algún producto de limpieza utilizado por la portera tenía esa fragancia. No lo sé.
Un día, para probar su teoría, entró al baño con Martín C y Hernán S.
Gritó «Yacaré Huatí».
Después de un rato, los tres salieron del baño. Jorge D con una sonrisa triunfal, Hernán S con una mueca de sorna, Martín C llorando con cara de pánico. Decía, entre jadeos, que todas las puertas de los sanitarios se habían abierto de par en par al mismo tiempo.
Yo no estuve presente en el lugar del hecho. No tengo pruebas de que haya sucedido eso ni de lo contrario. Como Aldous Huxley, soy demasiado escéptico como para negar la posibilidad de nada.
El llanto de Martín C parecía sincero. Tal vez, los otros dos se lo hayan empernado o algo así. No lo sé.
Lo último que supe de Jorge D es que estuvo preso durante un par de años.
Salió de la cárcel siendo evangelista.