Génesis, capítulos 17 y 18.
Pasaron trece años desde el nacimiento de Ismael. Jehová volvió a aparecer ante Abram. Para repetir lo dicho: que Abram tendría muchos descendientes y que estos serían dueños de toda la tierra de Canaán. (1)
Pasaron trece años desde el nacimiento de Ismael. Jehová volvió a aparecer ante Abram. Para repetir lo dicho: que Abram tendría muchos descendientes y que estos serían dueños de toda la tierra de Canaán. (1)
Y no serás llamado más Abram, sino que Abraham será tu nombre; porque te he constituido padre de una multitud de naciones.
Abram significa padre excelso. Abraham significa padre excelso de una multitud.
Y a Sarai, tu mujer, no la llamarás más Sarai, sino que Sara será su nombre.
Sarai significa princesa mía. Sara significa princesa, a secas.
Y yo la bendeciré, y de ella también te daré hijo, y vendrá a ser madre de naciones.
Abraham se rió, porque Sara ya tenía noventa años, y él tenía noventa y nueve.
¿Cómo van a tener hijos un par de viejos de mierda como nosotros?, se preguntaba. (2)
Pero Dios insistía: Sara, tu mujer, te parirá un hijo. Se llamará Isaac (que significa hijo de una vieja —no, mentira, esta vez no me crean: no significa eso—) y yo estableceré mi pacto con él y con su simiente, no con Ismael.
Y como señal, en la propia carne, de ese pacto, Abraham y todos sus descendientes y esclavos deberían circuncidarse.
Por fortuna, si alguna vez decido convertirme al judaísmo, sólo me resta comprarme una kipá. La parte más jodida ya está hecha.
Pasó el tiempo. Tres ángeles se presentaron ante Abraham, y él los invitó a morfar. Y oootra vez le dijeron que Sara tendría un hijo. Sara, que ya no menstruaba. (3) Pero esta vez, Jehová dio una fecha: un año a partir de ese momento.
Cuando terminaron de comer, los ángeles se levantaron de la mesa y Abraham los acompañó un trecho. Iban hacia Sodoma.
Luego de discutir un rato consigo mismo, Jehová decidió contarle a Abraham que iba a destruir Sodoma y Gomorra porque estaban llenas de hijos de puta. (4)
Abraham objetó a su señor.
—¿Vas a destruir al justo con el inicuo? —le preguntó—. Quizás haya cincuenta justos en medio de la ciudad. ¿No vas a perdonar el lugar por amor a esos cincuenta? ¡Lejos sea de ti el obrar de esta manera, que hagas morir al justo con el inicuo, y que el justo sea tratado como el inicuo! ¡Lejos sea esto de ti! ¿El Juez de toda la tierra no ha de hacer justicia?
—O.K. —dijo Jehová—. Si encuentro cincuenta justos en Sodoma, voy a perdonar a todo el lugar por amor a ellos.
—He aquí, con tu permiso, he tenido el atrevimiento de hablar al Señor —dijo Abraham—, yo que soy polvo y ceniza. ¿Y si faltaran cinco para llegar a esos cincuenta justos? ¿Vas a destruir toda la ciudad por esa pequeña diferencia?
—Bueno —dijo Jehová—, está bien: no la destruiré si encuentro cuarenta y cinco.
Pero Abraham arremetió nuevamente.
—¿Y si fueran cuarenta?
—No lo haré por amor a los cuarenta.
Sigue el regateo.
—Yo te ruego no se encienda la ira del Señor. Quizás haya treinta.
Jehová suspiró con los ojos en blanco.
—No lo haré si encuentro treinta…
Abraham escondió un poco la cabeza entre los hombros y miró hacia arriba con timidez.
—¿Veinte?
—No la destruiré por amor a los veinte.
—Yo te ruego no se encienda la ira del Señor. Una más y te juro por Vos que no rompo más las Pelotas. ¿Y si hubiera diez?
—No la destruiré por amor a los diez —dijo Jehová, conteniendo el rayo en la punta de los dedos.
«¿Le tiro un cinco?», pensó Abraham. «No, mejor me planto acá.»
Y cada uno siguió su camino. (5)
(1) Génesis 17:8
(2) Génesis 17:17
(3) Génesis 18:11
(4) Génesis 18:17-19
(5) Génesis 18:23-33