domingo, 5 de octubre de 2014

CUENTO DE HADAS

Cuando cae la tarde, la mujer de la bolsa en la cabeza se mete en el Banco Ciudad. Extiende en el piso sus pertenencias, despliega el cartón que usa como cama y se dispone a pasar la noche.

Todos los días, religiosamente, se baña. Ahí mismo. El agua se la imagina. Los artículos de aseo también. Se desviste, se quita la bolsa de la cabeza. Se pasa las manos por todo el cuerpo.

En un tiempo, según me cuenta Alejandro, se lavaba con la canilla del edificio de acá al lado. Ahora no necesita ni eso.

Entra un muchacho a la librería. Me pide La Divina Comedia.

—Tengo estas dos ediciones —le digo.

—¿Sabés dónde hay un cana? —me pregunta mientras compara los dos libros.

—No —digo—, ni idea. ¿Por qué?

—En el banco de la esquina hay una mujer desnuda.

—Ah, sí… Está siempre.

—¿Y la cana no hace nada? —pregunta sin levantar la vista de los libros.

—¿Qué va a hacer?

—No sé… Llevársela.

—¿Adónde querés que se la lleven?

—A uno de esos refugios…