domingo, 2 de septiembre de 2018

POSTAL

Mis padres me pusieron de nombre: «Aquel que nos salvará».

Hasta ahora no he salvado a nadie, ya que ello sucederá en el final de los tiempos. Sin embargo, toda mi existencia no ha sido ni es más que el arduo entrenamiento para tan importante tarea.

A mi hermano, mis padres lo han nombrado: «Aquel que no tiene salvación».

Él tampoco hace ni ha hecho otra cosa más que entrenarse para la tarea que le han encomendado imprimiéndosela en el nombre. Desde pequeño, ha adquirido el don de las anguilas, que se escurren entre los dedos de quien intenta sujetarlas.

En el final, él y yo, cara a cara, no podremos más que permanecer inmóviles hasta que los dioses, apiadándose, nos destruyan.

Con nuestros despojos, las manos divinas trazarán en el firmamento dibujos que carecerán de todo significado para quienes vendrán después de nosotros.